A veces tenés algo que decir

-Viste como es esto. A veces, tenés ganas de decir algo y no tenés a nadie que te escuche. A veces, tenés ganas de tener un auditorio lleno de gente para que esté atenta a lo que tenés que decir porque te parece lo más importante del mundo y, en cambio, estas ahí, más solo que un perro y con la radio como única compañía. Lo paradójico es que vos a la radio la escuchás y ella no te escucha a vos.

Mirá, negrito, si no fuera por esos amigos que contás con los dedos de una mano, no tendríamos a quien contarles cosas como esta, con un cafecito, mirando por la ventana a los que pasan y envidiándolos por no tener nuestros problemas.

Y es así, porque cuando te urgen las ganas de decir algo y no lo podés contar, el solo hecho de reprimirlo hace que exterioricemos eso que nos estamos tragando en forma de lágrima… y no me refiero a un café con mucha leche.

Esto es así. No hay vuelta que darle-.

-¿Y vos tenés algo que decir?-

-No, nada… eso. Nada más-.

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