Viejo y pelado

“Cuando te paran, vos le tenés que invitar un café” decía José Alfonso Castro. El comerciante porteño (así se definía él, con la ambigüedad de un término que abarca muchos trabajos y que no puntualiza en ninguno) le explicaba a su hijo cuál era la construcción discursiva adecuada para proponerle un soborno a un policía que lo detuviera cuando circulaba con su coche.

¡Funcionaba! Claro que funcionaba: los cinco pesos que Alfonso le entrega al oficial, disimulados entre la licencia de conducir y los papales del seguro del coche, alcanzaban, en ese entonces, para comprar más de un café, inclusive una merienda completa para el policía en cuestión y su compañero también. De más está decir que también servían para que la ley despejara el paso y el coche, aun estando en infracción, pudiera seguir circulando libremente.

En Argentina, a eso se le llama “viveza criolla” y no se enseña en ningún libro. Es una destreza de aquellos que “tienen calle” y lo más importante de todo es no abusar de ella.

Cuando mi viejo “se pasaba de vivo”, hacía uso de su estatus de adulto y, desde la altura moral que le conferían el bigote semicano y una cabeza poco poblada de pelos, me decía: “haz lo que yo digo y no lo que yo hago”. Claro está que eso sólo lo decía cuando yo era testigo ocular de alguno de sus abusos de viveza.

Recientemente, en una de mis tradicionales expediciones anuales a Buenos Aires, me vi sentado en las mesas de “La biela”, un mítico café del barrio de Recoleta que, al igual que cientos de tradicionales bares porteños, ha sido lugar de encuentro de varios maestros. Prueba de ello son las efigies de Borges y Bioy Casares que están sentadas en una mesa cercana a la entrada. Ahí mismo, vi a dos policías tomando una copiosa merienda.

Sinceramente, desconozco si la merienda en cuestión la habrán costeado con dinero mal habido de un soborno, pero sí sé que los verdaderos maestros son aquellos que nos enseñan que para ser grandes hay que ser mejores que ellos y eso mi viejo me lo enseñó, prácticamente, sin hacer nada.

Tags: nostalgia

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